martes, 5 de junio de 2012

LOS SECRETOS DE LA MENTE MILLONARIA




Los secretos de la mente millonaria
T. Harv Eker


Querido Charles.
A estas alturas, seguramente habrá usted pensado que el cartero despistado que le surte de correo, había extraviado mi misiva. No sea usted tan confiado conmigo y desconfiado con el pobre repartidor de noticias, la culpa es mía y sólo mía.
Por esta vez, no voy a perder tiempo en disculpas ni en falsas de promesas de "no volverá a suceder", porque me temo que ni me siento culpable ni con ganas de mentirle a usted. Mis días de tiempo ratonero tienen menos horas de las que me gustaría. Dicho esto, entremos en materia, y no sigamos derrochando los minutos, que (parafraseando a una de mis maestras de la infancia) el tiempo es oro y el que lo pierde es un bobo.
El texto del que le hablo hoy cayó en mis manos, como casi todo en la vida, en el momento justo, porque tenía algo nuevo que enseñarme y que desconocía hasta el momento.
Sentada en mi mecedora de lectura, en el rincón de mi ratonera, me doy cuenta muchas veces de lo pobrecita que es mi existencia roedora, hablando en términos económicos, entiéndame, que de todo lo demás, me siento bien pagada por la vida, la verdad sea dicha.
Pues como le decía, a mis manos llegó este librito de lectura rápida y devorante (incluso indigestante por lo repetitivo del tema) en el que te cuentan que si uno no es rico es porque no quiere, básicamente.
Estupefacta me quedé al empezar a dar forma mental a sus letritas alineadas, y es que, una vez asumida la culpabilidad por vivir una vida casi mendigante (saliendo al exterior a buscar miguitas de pan y queso que alguien deja caer), no queda otra que practicar uno por uno todos los ejercicios propuestos en el libro.
Según esto, con una idea y siguiendo al pie de la letra las instrucciones facilitadas, al poco tiempo ¡violà! una servidora, puede convertirse en toda una Sr. Doña Ratona millonaria. Tal como le digo.
Resumido así, seguramente le esté pareciendo un frívolo texto, indigno y no merecedor de posar su mirada sobre él, pero no crea, a mí me ha gustado mucho su lectura, porque ha puesto frente a mi hocico cosas de mí misma que no había asumido todavía. Efectivamente, no nos engañemos, cada uno tiene lo que se merece (o se trabaja) y el que mucho tiene es porque mucho se lo merece (o se lo trabaja).
Pero sin duda lo mejor de todo el libro, es que demuestra que absolutamente todo destino humano puede cambiar sólo con desearlo de verdad y poner en práctica un plan de acción.
Así que en estos tiempos de crítica crisis que nos ha tocado vivir, ahí va un canto de aliento: todo es posible, deseemos a lo grande y sólo así será posible conseguir el objetivo.
Hasta otro rato lector, querido Sr. Dickens.
La Ratona de Biblioteca.

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